Fecha: octubre de 2025.
Autor: Paco Mas.
Colaborador: José Ángel Cobo.
La toponimia es la rama del conocimiento que trata sobre los nombres de los lugares y elementos físicos, como por ejemplo las partidas, los parajes, los núcleos habitados (ciudades, pueblos, aldeas, masías, …), los corrales, los diferentes aljibes (navajos, pozos, etc), las fuentes, las montañas, los ríos y barrancos, los collados, etc.
Las referencias toponímicas que conocemos han llegado a nosotros a través de dos medios. Por un lado las cartografías, libros y estudios; en general esto ha sucedido con la toponimia a gran escala. Por otro lado, en cuanto a la toponimia a escala más local, nos ha llegado principalmente a través de la transmisión oral. Es por tanto vital reconocer el valor de la toponimia como una parte del patrimonio cultural inmaterial.
Hay un matiz que nos pasa desapercibido en relación con la toponimia, que el escritor Borges resaltó en un ensayo suyo, y que viene a decir que un topónimo es un acto de creación, algo que alguien nombró alguna vez por primera vez. Es un enfoque un tanto poético, pero también un hecho real: en algún momento alguien debió poner nombre a un elemento, y este nombre se extendió y perduró.
Por otra parte, podemos considerar el valor de los tantos y tantos nombres transmitidos durante generaciones, y reflexionar sobre el hecho de que nunca deberíamos olvidar cómo llamaban a los lugares nuestros ancestros.
Nuestros padres, abuelos y otros antepasados hacían un uso del territorio diferente al actual, lo transitaban principalmente a pie, y su conocimiento del mismo era muy localizado y detallado. Como además no había medios de comunicación como los teléfonos, era necesario nombrar bien y al detalle cada zona, para ubicarse y poder localizarse entre ellos. Curiosamente en la actualidad podemos ubicar países y regiones remotas, pero apenas conocemos nuestro entorno, y con frecuencia ignoramos la toponimia del mismo.
Con la llegada de las cartografías a escala ampliada y otros documentos como los catastros, todo lo relacionado con la toponimia debería haber quedado bien plasmado. Lamentablemente no ha sido así. El esforzado y necesario trabajo de campo al detalle tan solo se dio en los primeros momentos, desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX. Casi todos los trabajos posteriores han sido realizados solamente desde despachos, mejorando mucho los detalles topográficos, pero empeorando mucho la toponimia.
Los primeros documentos de deslindes de términos municipales corresponden a las décadas de 1880 y 1900, las primeras planimetrías de carácter local son también de principios del siglo XX, y el primer avance catastral es casi de mediados del siglo XX. Todos estos trabajos supusieron un enorme esfuerzo, pues se realizaron con medios topográficos muy manuales, y su resultado es muy valioso pese a que contienen numerosos errores y omisiones. Solo si se hubieran seguido realizando trabajos de campo, a la par que mejoras técnicas, tendríamos hoy reflejada en los mismos una toponimia de calidad. Los posteriores trabajos del catastro, los mapas del IGN (Instituto Cartográfico Nacional), los mapas del SGE (Servicio Geográfico del Ejército), y otras cartografías de carácter autonómico (como la del ICV, Instituto Cartográfico Valenciano), pese a sus mejoras técnicas, no han revisado las toponimias, o incluso las han empeorado, desapareciendo topónimos, o apareciendo topónimos “fantasma” (aquellos que nadie sabe de dónde han salido, y que no son reconocidos por los habitantes rurales). Hay pequeñas excepciones, como son los mapas de montaña de editoriales como Alpina o similares, y en nuestra Comunidad Valenciana la editorial El Tossal Cartografíes, que está elaborando verdaderos tesoros en cuanto a recuperación de la toponimia, pese a las dificultades que comentaremos a continuación.
Por cierto, muchos de estos documentos cartográficos antiguos se pueden localizar y descargar en la web del IGN, en el enlace:
https://centrodedescargas.cnig.es/CentroDescargas/documentacion-geografica-cartografia-antigua
Recuperar la toponimia tradicional supone un gran esfuerzo, pues requiere primero reconocer bien el territorio, luego revisar todas las cartografías existentes, y por último preguntar muchísimo a las personas locales. A día de hoy esto último es el gran problema, porque apenas quedan personas mayores que conozcan bien los topónimos, y parte de ellas no pueden acompañar al campo en el imprescindible reconocimiento, con la complejidad de ubicar, pues además el monte está muy abandonado y modificado.
Tampoco hay mucho interés en todo esto por parte de las instituciones. A la mayoría de los ayuntamientos no les importa este tema, y tampoco parece que les interese a las diputaciones y gobiernos autonómicos. Sí sería función de organismos como el IGN o el ICV, y consta que algo les interesa, pero tal vez no dispongan de los medios necesarios. Otras instituciones vinculadas, como es el caso de la AVL (Academia Valenciana de la Lengua), muestra interés en la toponimia, pero tampoco dispone de muchos medios, y además tiene un enfoque más hacia la normalización de los topónimos que hacia su correcta ubicación.
Volviendo a las cartografías existentes, actualmente y debido a las nuevas capacidades tecnológicas, disponemos de nuevas herramientas cartográficas. Una de ellas es el visor de Google, muy potente en cuanto a imagen pero muy pobre en su versión topográfica, y muy deficitario en cuanto a toponimia. Otro es el visor de la GVA (Generalitat Valenciana), muy potente en cuanto a prestaciones documentales, con posibilidades de ver la imagen satélite, el mapa topográfico o la imagen del relieve; en estas cartografías se ha intentado mejorar la toponimia, aunque el resultado es parcial en cuanto a zonas, dejando que desear en algunas de ellas. Otra opción son los mapas disponibles en abierto, como el caso de OSM (Open Street Maps), que utilizan determinadas aplicaciones; pese a ser mapas que pueden ser mejorados por la comunidad de usuarios, dejan que desear en cuanto a calidad cartográfica, y son muy pobres en las referencias toponímicas.
Hablaremos ahora de otras dificultades de diversa índole que surgen al trabajar en la mejora de la toponimia reflejada en las cartografías, aparte de los comentados anteriormente. Uno sería la normalización, que hace referencia a la forma correcta de escribir el topónimo, pues aparte de las frecuentes variaciones fonéticas que hacen las distintas personas, habría que aplicar las normas de cada lengua (castellano, valenciano). O también de las variante dialectales, como puede ser el caso del “churro”, variante hablada en varias comarcas de la Comunidad Valenciana (Alto Palancia, Alto Mijares, La Serranía, Rincón de Ademuz), así como en otras comarcas de la provincia de Teruel. Como tantas otras formas de hablar, debido a la escolarización y la televisión, el “churro” está muy perdido en cuanto a forma de hablar, si bien mantiene todavía un vocabulario interesante. Tampoco dispone de normas propias, por lo que es imposible normalizar un topónimo en “churro”, salvo que uno sea muy osado.
Los topónimos de elementos físicos son fáciles de ubicar, más con las herramientas actuales de geolocalización. Pero no ocurre lo mismo con los referentes a partidas, ya que en general no siempre hay límites claros de dónde comienzan y acaban las diferentes partidas, solapándose muchas de ellas. Además existe otro problema, y es que no siempre todas las personas llaman de igual manera a un elemento o una partida. Un caso habitual son los collados que separan términos municipales, que son denominados de diferente forma por cada pueblo. Por ejemplo el collado que separa las poblaciones de Eslida y Chóvar es llamado por cada pueblo por el nombre del otro pueblo, indicando el lugar hacia el que se va al pasar el collado.
Otro dilema a la hora de revisar la toponimia es que determinadas palabras tradicionales no siempre significan lo que actualmente o no recogen los cambios sufridos. Veamos algunos ejemplos. Conozco una partida llamada “El Secano” (Teresa) ubicada en zona de regadío. “Collado” no siempre se refiere a un verdadero collado (punto transitable que separa dos valles), como puede ser el caso de “Collado Blanco” (Viver). “Alto” puede referirse tanto a la cumbre de un cerro, como a una zona alta, o a la zona a la que se llega tras una subida, aunque no sea un lugar precisamente muy alto, o no tan alto como otros del entorno, como por ejemplo “Alto de Benabal” (Viver). “Cima” en la lengua “churra” significa un hundimiento, una dolina o una sima, pero no una cumbre, como parece indicar en principio para otros castellanoparlantes; un caso especial es la partida “La Cima” (Caudiel) situada donde la Sima de la Tejavana, y que los cartógrafos que nunca han hecho trabajo de campo han ido desplazando hasta situarla en una cumbre.
Otra cuestión es qué hacer con los llamados “topónimos fantasma”, que son aquellos que salen reflejados en diferentes cartografías, a veces desde antiguo, y que no son reconocidos por ninguna persona del territorio. Como no sabemos el origen del mismo y al mismo tiempo se han perdido tantos topónimos en la memoria colectiva, es complicado saber qué hacer con los mismos.
Por último está la cuestión técnica de jerarquizar, que se refiere a determinar el grado de importancia de cada topónimo, sea en los elementos o sea en las partidas principales o “suprapartidas”, que pueden aglutinar a otras partidas y parajes. Esto es importante de cara a la escala de un mapa, sea en papel o en sus visiones en el ordenador, pues cada nivel permitirá ver una determinada densidad de topónimos.
EJEMPLOS DE CARTOGRAFÍAS Y DOCUMENTOS TOPOGRÁFICOS:
![]() |
Panel sobre toponimia de la localidad, algo poco frecuente. Liegos, Valle de Riaño, León. |
![]() |
Fragmento de mapa actual del IGN, serie 1:50.000, con buena coloración y buenos datos topográficos, pero una toponimia deficiente, no sólo por ser escasa, sino también por errores |
![]() |
Fragmento del mapa del IGC (antiguo IGN) de 1950, un mapa con gran referencia toponímica y una buena calidad de datos topográficos, pese a que todavía fue realizado manualmente |
![]() |
Fragmento de una planimetría de la primera mitad del siglo XX, los primeros mapas que tenemos a escala municipal de todo el Estado |
![]() |
Fragmento de un acta de deslindes, de principios del siglo XX. Junto con los cuadernos son una importante referencia de toponimia, aunque se limitan a las zonas de deslindes |
![]() |
Fragmento del mapa de la Sierra de Espadán, de El Tossal Cartografíes, donde además de los correctos y actualizados datos topográficos, se ha realizado un esfuerzo por revisar y ampliar la toponimia |
No hay comentarios :
Publicar un comentario